miércoles, 9 de septiembre de 2015

El traje



"No dejes que el deseo te impida ver la realidad. El autoengaño es el primer obstáculo a salvar".

Hoy iba a ser un gran día.  En apenas dos horas, su hija dejaría el nido. Se casaba.  Juan estaba contento, sonreía. Satisfecho consigo mismo, sacó del armario el traje que había comprado para esta ocasión tan especial. Sin embargo, mientras se vestía, notó que algo no funcionaba. Se dirigió hacia el espejo y observo con cierta preocupación que su imagen no coincidía con lo esperado. Pequeños defectos del traje, como una manga ligeramente más corta y una pequeña diferencia entre los bajos de pantalón, descomponían su figura. Incrédulo, comprobó que la etiqueta del traje no coincidía con su nombre. Le habían dado un traje equivocado y era evidente que su dueño no tenía su esbelta, casi perfecta, constitución física. Pensó con rapidez… “Imposible cambiar el traje, no hay tiempo material para hacerlo”, se dijo asimismo. A continuación, tratando de encontrar una solución al problema, argumentó: “Las diferencias, aparentemente, no son tan grandes”. Frente al espejo, encogió ligeramente el brazo para adaptarlo a la medida de la manga. También flexionó la pierna  sutilmente. Finalmente, ensayó y encontró la forma de que traje y cuerpo encajaran.  Convirtió al espejo en su cómplice y convencido de haber encontrado la solución, salió de casa camino de la cercana iglesia en donde debía celebrase la boda de su hija.

En la acera de enfrente, esperando para cruzar la calle, estaba un grupo de gente. Entre ellos dos amigos, que dejaron de comentar los resultados del último encuentro de su equipo favorito, para fijarse en la peculiar forma de caminar de aquel individuo. La rítmica oscilación, causada por una evidente cojera y la sutil diferencia de altura entre su hombros, que le obligaba a caminar inclinado, llamaban la atención de los viandantes que se cruzaban con él. Los dos amigos observaron a Juan, mientras este se perdía calle abajo. El más bajito de los amigos, un hombre entrado en años de oronda figura y cara cetrina, abrió la boca y dirigiéndose a su compañero mientras ponía cara de asombro, masculló entre dientes,: “Qué cosas tiene la vida… con los problemas que tiene este hombre y lo deforme que está…¡Qué bien  le sienta el traje!”.


Esta adaptación narrativa de una conocida anécdota, sirve para reflexionar acerca de que, con harta frecuencia, no vemos sino aquello que queremos ver. En la mayoría de los casos, la mente siempre nos dará los argumentos que necesitamos para poder hacer aquello que queremos hacer. Nos corresponde a nosotros, como observadores,  cuestionar el resultado. Podemos engañar al espejo, pero sabremos de nuestra equivocación cuando observemos, a través de los demás, los reflejos de nuestros actos. Si bien es cierto que las experiencias pasadas condicionan nuestras decisiones actuales, ello no significa que no podamos cambiar, una vez nos demos cuenta del error, nuestra forma de pensar en el presente.  Existen herramientas que nos ayudarán a hacerlo, aún cuando pensemos que es imposible. Basta con dar un primer paso. Abrirnos a la posibilidad de que, en nuestro interior, podamos encontrar otra manera de pensar, sentir y actuar conforme a nuestra verdadera esencia. 

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