lunes, 28 de septiembre de 2015

Al otro lado del espejo

“Somos unos desconocidos para nosotros mismos. Por eso, conforme avanzamos en el  conocimiento del mundo es conveniente no olvidar de donde partimos”.

El espejo es un escaparate en el puedes ver lo que de ti trasmites al mundo. Sin embargo, si descartas la primera impresión y concentras tu mirada en el rostro que te contempla, podrás observar algo inquietante. Tienes la sensación de ser observado por alguien que hace un momento no estaba allí. Si circunscribes tu mirada a ese espacio que es tu cara, es muy probable que surjan preguntas a las qué no es fácil encontrar respuestas. Es más, es difícil pensar pero sobretodo razonar, mirándote fijamente a los ojos.  Si profundizas aún más, aparecen las emociones y llegas a la conclusión que sólo hay dos salidas. La primera, asistir a un soliloquio silencioso con alguien casi desconocido, pero que ejerce presión sobre ti. La segunda, apartar tus ojos e iniciar una cruel retirada ante tan desigual confrontación. Esta última opción, es una reacción protectora de quien, como persona, intuye que nada sabe de sí mismo. Y lo que es más, tal vez nada quiera saber, de su verdadera identidad.

Mientras vivíamos esa alocada carrera que dio forma a nuestro pasado, fuimos acumulando experiencias. Algunas se convirtieron en objetivos cumplidos, otros, actos fallidos y todas, quedaron archivados en nuestra memoria. Según fue el impacto de la lección aprendida, así lo recordamos en el presente. En todas esas ocasiones, actuamos según nuestro mejor criterio. Si esto es así, ¿Por qué nos sentimos inquietos ante nuestra propia mirada? ¿Por qué aparece esa emoción indefinida que tanto nos perturba? Permitidme pensar en voz alta. ¿No será que, cuando un recuerdo puede llegar a desestabilizarnos emocionalmente, manipulamos su contenido inconscientemente?  Acumulados en la memoria temporal o memoria profunda, la pregunta es ¿Cómo se reconstruyen los recuerdos?  La segunda cuestión es ¿Cómo accedemos a ellos? ¿Por qué con el paso del tiempo algunos recuerdos pierden la fuerza de la emoción y en cambio, otros no? Nuestra mente tiene mecanismos defensivos cuya misión es impedir el dolor emocional. Esa sensación que experimentamos frente al espejo, cuando nos miramos a los ojos, es solo un síntoma y ya se sabe, “Detrás de cada síntoma, hay una historia sin contar”.

No voy a descubrir a estas alturas la importancia del pasado en nuestra vida y la necesidad de acceder a esos recuerdos, que nuestro inconsciente nos ningunea. Entre las diferentes técnicas para acceder a esa parte casi siempre oculta a nuestro consciente, siempre he sentido especial predilección por una de ellas, la hipnosis. Es una excelente herramienta para resolver problemas cuyos orígenes se esconden en lo más recóndito del ser humano. Aquellos que permanecen al otro lado del espejo. No he querido ser yo quien argumente las razones para utilizarla. Maestros como Milton Erickson, lo han hecho sobradamente. Solo diré que, tal como dice el creador de la Hipnosis Clínica Reparadora, el profesor Armando Scharousky, “Hipnotizar es fácil… peligrosamente fácil”. Autor de varios libros sobre el tema, su experiencia como terapeuta y como docente, es internacional. En esta entrevista, he tenido ocasión de recordar aquello que aprendí de él. 


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