lunes, 21 de diciembre de 2015

Stars Wars, la lucha por el futuro

“La educación que le hace a uno necesitar un producto está incluida en el precio del producto. La escuela, es la agencia de publicidad que le hace a uno creer que necesita la sociedad tal como está”.                                                Ivan Illich (1972)


El “espejo social” que nos proyectan los medios de comunicación, propone como reflejo de la sociedad actual, un modelo de conducta a mitad camino entre la ficción y la realidad. Los héroes, salvan todas las barreras que les salen al paso mediante una combatividad extraordinaria, o bien escapan de ellas, mediante su capacidad para interpretarlas. Los primeros buscan el poder y los segundos tratan de no verse afectados por él. Bajo estas  “reglas del juego”, la batalla por el futuro se presenta incierta. Si caemos en el engaño que nos proponen de ese "espejo social”, sin antes cuestionarlo, seremos cómplices de una cultura calculada para convertirnos en los androides de Stars Wars o, si lo prefieren, en las masas anónimas de los soldados del Imperio que solo tienen su sentido de ser, y su minuto de gloria, en  las escenas de confrontación.

A tenor de lo que vemos cada día, en los programas que tanto tiempo ocupan en nuestro televisor, podemos hacernos una idea del conjunto de cualidades que podrían configurar el patrón de personalidad del triunfador del futuro. En el “Arte de la guerra”, un libro de culto utilizado en algunas prestigiosas escuelas de negocios, su autor, el estratega chino Sun Zu, nos dice: “Si deseas ganar debes hacerte primero invencible, y luego esperar el error de tu enemigo, ya que tus derrotas dependen de ti pero no así, tus victorias”. Magistral lección que, mal interpretada, ha llenado los gimnasios de clientes que buscan la perfección de su cuerpo, como valor diferencial. De guerrilleros agazapados que esperan el fallo del compañero en el ámbito laboral y, por supuesto, de sufridos ciudadanos, que cómo en el boxeo, encajan los golpes que les da a vida, con la esperanza de sobrevivir al combate, en busca de una próxima oportunidad.

Sin embargo, -¿Hay alguien que, a priori, quiera perder?- Bien entendida la lección que nos propone el autor del “Arte de la Guerra”, nos está hablado de la disciplina necesaria para fortalecer nuestra autodeterminación, de la humildad necesaria para reforzar nuestro autoconocimiento y de la capacidad de recuperarnos de nuestros errores con autoconfianza. Es decir, al aceptarnos cómo somos, podremos explotar nuestras virtudes, esquivando la frustración del momento y encontrando en nuestro  interior la fuerza que nos permita competir, sin la necesidad de considerar al otro “un enemigo”.


La educación debe ser, necesariamente, un proceso por el cual el conocimiento esté a disposición del ser humano para convertirlo en mejor persona, nunca para adaptarlo a las necesidades de la sociedad.  Es por eso que deben priorizarse los valores frente las habilidades. Naturaleza y cultura, hombre y sociedad, se interrelacionan y devienen responsables solidarios en la formación de la personalidad del futuro individuo. Luchar para doblegar las influencias negativas que pudieran pervertir la formación de la persona, es una tarea difícil pero necesaria. Renunciar a esa lucha, es negarnos el futuro.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Educación, juegos y Navidad

“Uno de los aspectos más complejos previos al pleno despliegue de la voluntad, es el acuerdo que debe lograrse entre el corazón y la razón”.                                  
 Luis Eduardo  Yepes

El día es cada vez más corto. Las calles están iluminadas y los comercios engalanados. No hay duda, es Navidad. Una multitud de gente, abarrota los interminables pasillos de los establecimientos en busca de la novedad, de lo diferente. Los comercios, en frenética competencia, tratan de superar a sus rivales. Es una guerra incruenta, en donde las empresas  cumplen los objetivos que han sido minuciosamente planeados y cuya finalidad última, es cerrar el año con beneficios. Como en cualquier guerra, la primera víctima es siempre la verdad. En este caso, la Navidad se ve despojada de su verdadera razón para convertirse en acicate y motivación de un consumo, no siempre racional. El corazón no puede ignorar el deseo de ser feliz. Es, el eterno dilema entre “Ser o tener”.

Como adultos, somos responsables de nuestras decisiones. También lo somos en lo que respecta a nuestros hijos, mientras estos sean menores de edad. Sin embargo, y con frecuencia, quedamos desarmados frente a las lágrimas y las súplicas de quienes tanto amamos, olvidándonos de nuestra condición de educadores y claudicamos frente a la petición del juguete del año. Algunos padres concienciados, tratan de no caer en la discriminación sexual de antaño. Otros, priorizan la cultura sobre el ocio. La tendencia actual nos dice que, las nuevas tecnologías han superado ese tipo de problemas. El ordenador personal abrió el camino y ahora, tanto la “tablet”, como el teléfono móvil, siguen sus pasos. Objetos asexuados, que no están sujetos a la crítica sexista, y por supuesto, facilitan el ocio, la información, el conocimiento y la interrelación. Son, además, herramientas cada vez más necesarias en la Sociedad Digital en la que nos movemos. Luego, ¡Fantástico! Si esto es así, ¿Dónde está el problema?

A mi entender, el problema reside en la temprana edad en la que algunos niños acceden a ese tipo de tecnología. La sociedad de la información ofrece oportunidades extraordinarias pero también un desafío ante el que tenemos que reaccionar si no queremos comprometer el propio proceso de aprendizaje durante la infancia.  La familia, es la mediadora entre el individuo y la sociedad. Ejerce su influencia  a través de los valores que inculca en sus componentes, hasta que éstos son capaces de tomar decisiones por sí mismos haciéndose responsables conscientes de ellas.  El acceso demasiado temprano a los nuevos medios de comunicación sin la debida preparación puede ser contraproducente e incluso peligroso. Una cosa es el uso de las nuevas herramientas en un entorno educativo y otra, muy diferente, el uso en el ámbito privado de esas mismas herramientas. Mientras en el primer caso, supone un avance progresivo en el discernimiento de la información que se recibe, en el segundo, al no haber tutela, se corre el riego de fomentar un conocimiento autodidacta que conlleve errores en la interpretación de la abundante información que nos inunda a diario. Para ello es preciso que, sin renunciar a las ventajas de los nuevos adelantos, razonemos sobre su conveniencia de manera responsable, para no tener que lamentarlo, en el corazón, más tarde.




domingo, 6 de diciembre de 2015

Personalidad o identidad digital

“El peligro del pasado fue que hizo esclavos a los hombres. El peligro del futuro es que los convierta en robots”.   Erich Fromm

Al ojear un periódico, llamó mi atención un anuncio laboral: “Se busca Director Comercial con personalidad, para hacerse cargo de las ventas de la empresa”. Siendo la cualidad requerida la personalidad, acudí al diccionario para comprobar la definición del término, por si ello pudiera añadir precisión a la demanda. Leo textualmente: “Personalidad. Diferencia individual que distingue a una persona de otra”. No pude por menos que reflexionar sobre a qué diferencia podía referirse el diccionario, y lo que es más importante, qué podía entender por personalidad la empresa anunciante.

A mi modo de ver, no es que los hombres tengan personalidad porque son diferentes, sino que son diferentes, porque tienen personalidad. Luego, no hay nadie sin personalidad y de ahí la dificultad para clasificarla. Los cuatro temperamentos hipocráticos, las funciones cognitivas de C.G.Jung, los nueve tipos del  Eneagrama o los dieciséis tipos de referencia de Myers-Briggs, suponen un claro intento de clasificar al ser humano según sea su personalidad. Sin delimitaciones claras, la personalidad, se sitúa en un terreno ambiguo entre lo biológico, lo psicológico y lo cultural. La mayoría de psicólogos están de acuerdo en que no se hereda. También lo están en que nos define y deviene una consecuencia de nuestra educación.

En lo que al mercado laboral respecta, la personalidad y el conocimiento, son cualidades evaluables para optar a un determinado puesto de trabajo. El conocimiento, tiene que ver con la capacidad para realizar la tarea demandada. En ese sentido, va creciendo exponencialmente el número de trabajos que son realizados por máquinas inteligentes y sistemas informáticos. Un amigo mío sostiene que en un futuro no muy lejano solo habrá dos tipos de trabajo. Uno para las personas que sean capaces de aportar conocimiento o valor a las máquinas y otro, el de la mayoría, que se limitará a interactuar con esas mismas máquinas a través de terminales. En un mercado laboral de estas características, ¿Qué tipo  de personalidad deberán poseer estás personas?

En mi opinión, a igual formación académica, la personalidad resultará un factor decisivo. Los poseedores de personalidades orientadas al liderazgo y la competitividad disfrutarán de las mejores oportunidades. Sin embargo, la inmensa mayoría deberán hacer frente a la frustración de no haber alcanzado sus expectativas, lo que sin duda influirá en su personalidad. En ambos casos, tanto la educación como los conocimientos habrán sido adquiridos a través de medios digitales y los valores familiares condicionados por la Sociedad de la Información. De aquí la importancia de insistir en la calidad de los contenidos, de su veracidad y de la necesidad de potenciar los valores humanos por encima de los intereses del mercado. Debemos rechazar todo intento de ser considerados meros objetos. Si no lo hacemos, corremos el riego de que, en el futuro, seamos considerados tan solo una extensión digital. Como ejemplo, el número del teléfono móvil. No solo nos identifica, sino que además nos define a través de los datos suministrados por él o almacenados en su interior. Si esto sucede, será la única diferencia a la que podrá referirse el Diccionario en su descripción de personalidad.