miércoles, 4 de noviembre de 2015

Un mundo llamado deseo

“Uno, con la edad, se libra del deseo de hacer las cosas como los demás y hace, tranquilamente y sin miedo, lo que le parece a él.”.

William Somerset Maugham         

Mucho antes de que Abraham Maslow definiera la autorrealización, como un proceso permanente de autodesarrollo que lleva al hombre a ver realizado todo su potencial, alguien mostró al mundo el camino con una frase más sencilla de recordar, aunque no más fácil de realizar. Píndaro, poeta griego nacido en el año 518 a.C. lo resumió en un imperativo “llega a ser el que eres”. Ambos, sin embargo, expresan un mismo deseo irrenunciable en el ser humano... alcanzar la felicidad. El hombre es feliz o está autorrealizado cuando es capaz de satisfacer sus propios deseos o necesidades. Por eso, se hace imprescindible concretar la naturaleza de esos deseos, para llegar a comprender cómo nos influyen en nuestra manera de actuar, en nuestra personalidad; ese rasgo característico único, distintivo y propio de cada individuo.

Tal vez, la dificultad en definir la personalidad resida en que está compuesta por múltiples factores. A pesar de ello, algunos psicólogos mantienen que su ordenamiento podría hacerse en tres grupos: el primero estaría constituido por todo aquello que desde el nacimiento afecta a la persona, como la genética; el segundo, las modificaciones que, como modelo del mundo, la familia deja en lo personal; tercero, las relaciones del individuo dentro de la sociedad en la que interactúa. A lo anterior, es justo añadir los esfuerzos que debemos hacer para superar los inconvenientes que surgen en el día a día. De ahí deriva la importancia de los deseos y la frustración que generan si éstos no se alcanzan. Cuando una expectativa no se cumple, aparece un sentimiento de impotencia que se debate entre la decepción y la tragedia, alimentando la agresividad veladamente.  El hombre o la mujer actual, poco importa quién, tiende a no aceptarse cuando se mira en el espejo de la vida. Nos sentimos frustrados por no ser más altos, más delgados, más inteligentes, en definitiva, por no ser… Sin embargo, la parte positiva de la frustración es, que nos permite tomar conciencia de nuestras limitaciones; de esa libertad que, sin ser absoluta, nos permite distinguir los límites entre lo posible y  aquello que, por no depender enteramente de nosotros, escapa a nuestra voluntad.


En su libro “Aforismos sobre el arte de vivir”, Schopenhauer, nos propone una existencia feliz sugiriéndonos un equilibrio entre: Lo que uno es, como reflejo de las cualidades que integran la personalidad; lo que uno tiene, es decir, sus bienes y propiedades, como muestra práctica de sus logros; por último, lo que uno representa, tomando como referencia la opinión de los demás.  Aún sin negar su objetividad, existen matices a considerar. En referencia a las dos últimas condiciones, la primera, es difícil de complacer puesto que siempre es posible desear más; la segunda, sitúa fuera de nuestro control la felicidad, cuando la sujetamos a la opinión ajena. Así pues, solo nos queda el perfeccionamiento continuo de lo que uno es. Más allá de todo deseo y la voluntad de satisfacerlo, la personalidad humana, no puede reducirse a una simple herramienta útil para alcanzar una meta. Excepto si ésta, nos conduce a aceptar lo que somos.

1 comentario:

  1. La OMS define la felicidad como el bienestar fisico, psiquico y espiritual; una vision 'clinica' de la felicidad. Una vision mas 'mistica' (y un tanto ironica), nos diria que para ser feliz es suficiente ser feliz. Una vision laico-pesimista diria che buscar la felicidad es una condena al perpetuo empujar de una rueda: tu la buscas pero ella no existe. El sentido de la vida sigue siendo un misterio a pesar de los avances increibles de la fisica quantica. Asì que yo tendria una cierta preferencia para la vision politico-pratica: la felicidad no es un objetivo individual sino uno estimulo istintual que ayuda el individuo a proyectarse mas allà de si mismo y a valorar su propia conducta en la dimension trascendente de la colectividad."Nadie se salva solo; ni individualmente, ni socialmente" (E.Mounier).

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