
Aunque parezca fuera de lugar en un blog que, como
éste, trata de las reglas que acompañan a la vida, este principio ampliamente
utilizado por Alejandro Magno, Napoleón, Rommel o el mismo Mao, es vital a la
hora de conducir nuestras relaciones con los demás. La negociación, precede siempre
a la decisión. No importa si es con los hijos, la pareja, un proveedor o el
mismísimo jefe. Se negocia cuando se tienen dudas, cuando la diferencia de
criterio te condiciona, o simplemente, cuando quieres llegar a un acuerdo con
los demás sobre un tema concreto. Es un hecho admisible que, aunque parezca un disparate, el motivo oculto
de una comida de negocios no es agasajar a nuestro cliente o proveedor, sino situar
el diálogo en un espacio, aparentemente neutro, que facilite el intercambio de argumentos
y nos permita cumplir con nuestro objetivo.
Llevado lo anterior a una situación más personal, tal vez estaréis
de acuerdo conmigo que sucede lo mismo cuando queremos que alguien de nuestra
familia acceda a nuestras demandas. La cocina, el salón o el dormitorio, son
terrenos que ofrecen diferentes oportunidades y sugieren a su vez, ventajas o
desventajas según sea el tema a tratar. En ese sentido, los psicólogos aconsejan
que, cuando se trata de la pareja, nunca
se debe dirimir las diferencias en el dormitorio. Sin embargo, no pocos, hemos
caído en la trampa y así nos va. En mi opinión, cuando identificamos el terreno
como un lugar físico, la cosa parece estar clara. Pero, no lo está tanto, cuando el
terreno es intangible. Es decir, cuando el "terreno "por el vamos a movernos, es el tema de la discusión. En ese
sentido, conocer el terreno es dominar aquello de lo que vamos a tratar,
anticiparse las posibles objeciones del otro, y construir argumentos que nos
sitúen siempre en una posición de ventaja para alcanzar nuestro objetivo. Metafóricamente,
podríamos comparar la forma y los accidentes del terreno con los puntos fuertes o débiles que nos ofrece el tema del que vamos a hablar. El uso que hagamos en nuestro favor de los primeros, junto a la identificación de los segundos en el argumento del otro, pueden ser definitivos
para obtener aquello que deseamos.
Las posiciones en una negociación nunca son fijas y
como en cualquier confrontación, ofrecen alternativas para ambas partes. No
solo deberemos situarnos correctamente en el "terreno" sino que deberemos
aprender a movernos por él. Es decir, si deseamos conseguir nuestro objetivo, es importante elegir la vía que permita llegar a él, con el menor
desgaste posible. Para ello, debemos protegernos de los argumentos contrarios,
mientras avanzamos en los nuestros. Estratégicamente, existen dos elementos en
cualquier “terreno” que podemos utilizar; aquellos que nos ocultan a las vistas
de nuestro oponente y aquellos que, además de ocultarnos, nos protegen de sus
acciones. En el caso de una negociación, los primeros sirven para fijar nuestra
posición y aproximarnos al objetivo; los segundos, para que nuestro oponente acepte nuestras conclusiones como suyas. En terapia, Giorgio Nardone llama a los
primeros, “la ilusión de las alternativas”. Respecto a las segundas, F. F. Coppola, puso en boca de Marlon Brando una contundente sentencia que, en su primera
interpretación de Vito Corleone, no dejaba lugar a dudas: “Voy a
hacerte una oferta, que no podrás rechazar…”
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