“Uno
de los aspectos más complejos previos al pleno despliegue de la voluntad, es el
acuerdo que debe lograrse entre el corazón y la razón”.
Luis Eduardo Yepes
El día es cada vez más corto. Las calles están
iluminadas y los comercios engalanados. No
hay duda, es Navidad. Una multitud de gente, abarrota los interminables pasillos
de los establecimientos en busca de la novedad, de lo diferente. Los comercios,
en frenética competencia, tratan de superar a sus rivales. Es una guerra
incruenta, en donde las empresas cumplen
los objetivos que han sido minuciosamente planeados y cuya finalidad última, es
cerrar el año con beneficios. Como en cualquier guerra, la primera víctima es
siempre la verdad. En este caso, la Navidad se ve despojada de su verdadera
razón para convertirse en acicate y motivación de un consumo, no siempre
racional. El corazón no puede ignorar el deseo de ser feliz. Es,
el eterno dilema entre “Ser o tener”.
Como adultos, somos responsables de nuestras decisiones.
También lo somos en lo que respecta a nuestros hijos, mientras estos sean
menores de edad. Sin embargo, y con frecuencia, quedamos desarmados frente a
las lágrimas y las súplicas de quienes tanto amamos, olvidándonos de nuestra
condición de educadores y claudicamos frente a la petición del juguete del año.
Algunos padres concienciados, tratan de no caer en la discriminación sexual de
antaño. Otros, priorizan la cultura sobre el ocio. La tendencia actual nos dice
que, las nuevas tecnologías han superado ese tipo de problemas. El ordenador
personal abrió el camino y ahora, tanto la “tablet”, como el teléfono móvil,
siguen sus pasos. Objetos asexuados, que no están sujetos a la crítica sexista,
y por supuesto, facilitan el ocio, la información, el conocimiento y la
interrelación. Son, además, herramientas cada vez más necesarias en la Sociedad
Digital en la que nos movemos. Luego, ¡Fantástico! Si esto es así, ¿Dónde está el problema?
A mi entender, el problema reside en la temprana
edad en la que algunos niños acceden a ese tipo de tecnología. La sociedad de
la información ofrece oportunidades extraordinarias pero también un desafío
ante el que tenemos que reaccionar si no queremos comprometer el propio proceso
de aprendizaje durante la infancia. La
familia, es la mediadora entre el individuo y la sociedad. Ejerce su influencia
a través de los valores que inculca en
sus componentes, hasta que éstos son capaces de tomar decisiones por sí mismos haciéndose
responsables conscientes de ellas. El
acceso demasiado temprano a los nuevos medios de comunicación sin la debida
preparación puede ser contraproducente e incluso peligroso. Una cosa es el uso
de las nuevas herramientas en un entorno educativo y otra, muy diferente, el
uso en el ámbito privado de esas mismas herramientas. Mientras en el primer
caso, supone un avance progresivo en el discernimiento de la información que se
recibe, en el segundo, al no haber tutela, se corre el riego de fomentar un
conocimiento autodidacta que conlleve errores en la interpretación de la abundante
información que nos inunda a diario. Para ello es preciso que, sin renunciar a
las ventajas de los nuevos adelantos, razonemos sobre su conveniencia de manera
responsable, para no tener que lamentarlo, en el corazón, más tarde.
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