
Mientras el sol acude a su cita diaria con el
horizonte, trato de relajarme. Hoy ha
sido un día lluvioso, gris, propicio para la reflexión. Desde mi ventana
contemplo el pasaje y me doy cuenta que, real o imaginario, siempre está
compuesto de los mismos elementos. Cielo, tierra y agua. No importa el lugar.
El cielo es el telón de fondo; la tierra, el escenario en donde discurre a vida
y, el agua, el espejo en el que se reflejan los otros dos. Podemos cambiar de
continente, de país o de sociedad pero, ineludiblemente, encontraremos esos
mismos elementos. Es más, en sus múltiples variables, siempre habrá algo en
común que nos haga soñar. Cualquier detalle puede poner en marcha nuestra
memoria, nuestra imaginación, para ver lo que normalmente no vemos y pensar en
lo que inconscientemente olvidamos.
En esa visión, los árboles, actores mudos en el escenario
de la Naturaleza, nos muestran la permanencia de las cosas, su continuidad; los
hombres, por el contrario, su temporalidad. Y es en esa temporalidad donde
reside la importancia del ser humano. Él es quien, para bien o para mal,
modifica el paisaje, su armonía. Lo embellece o lo empobrece con su presencia y lo convierte, finalmente, en el paraíso
o el infierno en el que vivimos. Eso nos hace responsables frente a quienes nos
suceden. En ese sentido, tengo la sensación de que, aunque los buenos deseos
forman parte de una gran mayoría de personas, solo un escaso número de ellas alcanzan
la capacidad de influir en el devenir de la sociedad. Cuando eso es así, su
luz, destaca sobre la gris normalidad de la rutina diaria.
Hoy he tenido la ocasión de conocer a Rubén Pabello
Rojas, jurista, académico, legislador,
escritor, servidor público y comunicador social. Doctor Honoris Causa por la
Universidad de Xalapa (México), cursó estudios y un Doctorado en Derecho, en la
Universidad de Almería (España). Octogenario, sigue en activo. Su conocimiento del área social y su
experiencia en el ámbito cultural de su país de origen es invaluable para
quienes reconozcan en él, al polifacético profesional capaz de transmitir los valores
de una ética personal que traspasa fronteras; que comparte raíces en ambos
lados del Atlántico y que, más allá del personaje que representa, muestra al
ser humano – al Humanista – que, por mérito propio, debe ser orgullo y
referencia para todos nosotros. Sin embargo, lo que más me ha impresionado no
ha sido su brillante pasado sino su vibrante presente. En su longeva
existencia, aún caben los sueños y las ilusiones. Su capacidad de trabajo, a pesar de la edad, es envidiable y su
voluntad de vivir, una virtud de referencia para quienes no le encuentran
sentido a la vida. Él es sin duda, un reflejo de su potencial.
Mi encuentro con él tuvo lugar durante la
entrevista que concedió, en su vista a la BibiloMusiCineteca.
Una asociación, multicultural y plurigeneracional, que promueve los lazos
entre las culturas del mundo. En ese mismo espacio se reúnen, una vez al mes, los
miembros del Club del Espejo. Así
pues, estando próxima la realización de un nuevo encuentro, la presencia de tan
extraordinario personaje, no podía ser ignorada. Él es sin duda, el mejor exponente
del concepto que tratamos de divulgar. Por eso es un placer para mí, compartir
una pequeña muestra de la entrevista que dio lugar a mi sincera admiración por
tan ilustre visitante. Tras el placer de oír y ver al Doctor Rubén Pabello,
estarán de acuerdo conmigo que: “El Espejo nunca miente; basta con
identificar su reflejo”.
La entrevista entera puedes verla en la web de la BiblioMusCineteca
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