“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.”.
Calderón de la Barca
¿Quién puede decir que, en algún momento de su
dilatada carrera como psiquiatra, Sigmund Freud no tomó en cuenta las palabras de
este Dramaturgo y poeta español - uno de los protagonistas del siglo de Oro de
la literatura española, - como inspiración en la que apoyar su teoría del
psicoanálisis? Ignoro si lo hizo pero, mientras el primero expresó con bellas
palabras una interpretación del acto de vivir, el segundo, llegó a la
conclusión de que: “Todo sueño, tiene un contenido
manifiesto y otro latente”. En este sentido, Freud, nos da la clave para analizar
la frase de Calderón y nos da a entender que, el uso de lo simbólico en el
lenguaje, no es una prerrogativa exclusiva de poetas o pensadores. El más
normal de los mortales, es decir cualquiera de nosotros, aún sin ser
conscientes de ello, soñamos. Y es ahí, en el simbolismo de los sueños, donde
reside la prueba evidente de que algunos contenidos pueden ser interpretados de
manera diferente a como lo haríamos normalmente. Ese doble sentido, es una propiedad
que reside en la relación del signo, como objeto o significado, y lo por él
representado, es decir, lo que simboliza. Esto último también es inherente al
símbolo como tal.
Para diferenciar lo manifiesto de lo latente, Carl
G. Jung opone el signo al símbolo. El primero lo relaciona, sin más, con el objeto
o su función, mientras que, al segundo, le otorga rango de universalidad y lo
define como arquetipo. La morada de este último, es el inconsciente colectivo y
por lo tanto nos concierne directamente a través de sus cualidades. Un ejemplo,
es el concepto arquetípico de la madre y de cómo nos influyen los valores que,
en ella, se ven representados. Las fábulas, los mitos, la hipnosis, la metáfora
e incluso la locura, usan un lenguaje denso cargado de sentido y dirigido al
hemisferio derecho de nuestro cerebro; esta parte, es la encargada de la totalidad, la analogía y las sensaciones. El
izquierdo, sin embargo, sigue la lógica
de las leyes del lenguaje, su estructura y su sintaxis. La importancia de esto
estriba en que, el lenguaje figurado, sirve para dar luz a situaciones humanas
de gran amplitud que, a su vez, recrean nuevas concepciones del mundo, mientras
el izquierdo se encarga de los detalles.
Una forma de ilustrar lo anterior es una frase de
Oscar Wilde que dice, “La única diferencia entre un santo y un
pecador estriba en que todo santo tiene un pasado y todo pecador un futuro”.
Al margen del punto de vista hedonista
del autor, el mensaje subliminal inscrito en la frase, sirve para llamar la
atención sobre las miserias de la vida. Una vez más, como sucede cuando nos
miramos al espejo, “el continente no es
lo contenido”. Para cambiar, hay que saber qué debemos cambiar y en
aquellas circunstancias en que las palabras nos limitan, solo el lenguaje
figurado, lo simbólico, nos conducirá de lo inferior a lo superior.